El vino de los monasterios
Fueron los monasterios los verdaderos divulgadores del vino en la sociedad medieval occidental. Por qué los monjes se dedicaron al cultivo de la vid. Fue el vino una forma de evitar contagios de enfermedades como la peste. Sin duda la Edad Media es un periodo apasionante también en lo referente al vino. Verás por qué.
Es de todos conocido que el vino es una bebida que ha atraído a los hombres desde tiempos inmemoriales y ha estado ligada a lo largo de la historia a una gran parte de las civilizaciones que han existido.
Las civilizaciones y el vino
En algunas ruinas egipcias se han encontrado vestigios de que esta civilización consideraba al vino como un bien de lujo. En algunas tumbas se han encontrado junto a los sarcófagos, no solo joyas y objetos valiosos, sino también ánforas de vino. Esto nos da una idea del valor que le daban a esta bebida.

Los Fenicios tuvieron una importancia vital en la expansión del vino. A través de las rutas comerciales que instauraron, especialmente por el mediterráneo, fueron quienes distribuyeron el vino por el sur de Europa principalmente. Los fenicios introdujeron el vino en España allá por el siglo VII a. c.
Posteriormente en la cultura Helénica la importancia del vino era tal, que en el monte Olimpo, la morada de los dioses, el vino tenía su propia deidad, el dios “Dioniso”.

Los Romanos siguieron disfrutando del legado de griegos y fenicios e igualmente identificaron el vino con uno de sus dioses favoritos, en este caso el dios “Baco”.

En la civilización árabe no estaban autorizados a beber vino por su contenido alcohólico, pero si eran consumidores de uvas y de mosto, por su nula concentración de alcohol.
Los dioses y asuntos religiosos estaban pues muy ligados al mundo del vino y en esos tiempos fueron, principalmente, los cristianos y judíos quienes mantuvieron la cultura y conocimientos del vino.
El vino en los monasterios de la Edad Media
Y así llegamos hasta la edad media, una época crucial en la historia de la humanidad, que con sus luces y sus sombras fue el germen de la sociedad moderna que hoy conocemos.
Es en la Edad Media cuando el vino adopta un papel más relevante ya que la bebida que en culturas anteriores estaba destinada sobre todo a las clases sociales altas, pasa a ser una bebida consumida por todas las clases sociales y a ser una bebida popular por muchas razones.
El vino y la liturgia cristiana
¿A que se debió este cambio tan drástico? Pues sencillamente a su utilización en la liturgia cristiana y al hecho de ser considerado simbólicamente la Sangre de Cristo. Este hecho aparentemente simple popularizó el consumo del vino y obviamente al ser una bebida popularizada gracias a la iglesia, fueron los monasterios los principales productores de vino.
Tras el descubrimiento de América y en su posterior colonización, tal y como hemos mencionado en otros artículos, fueron los monjes los principales artífices de extender el vino por el continente americano.
El vino, la fe, la salud y la alegría
Pero además, el agua que se bebía en esta época era de mala calidad y una fuente continua de infecciones y enfermedades como la peste, que afectaron a una buena parte de la población. En cambio al vino se le atribuían propiedades beneficiosas, así como una forma de ingerir calorías que aumentaba la alegría y bienestar. No es descabellado decir que la popularización del consumo de vino evitó muchas muertes en la edad media. Así las cosas su consumo se generalizó, no solamente en celebraciones de actos festivos, sino que en momentos luctuosos como los entierros y funerales también era costumbre en la época degustar vino.
Monasterios y tabernas medievales
Puesto que los monasterios y abadías eran los principales productores de vino, desde la propia iglesia se aconsejaba el consumo de vino, y no de forma moderada precisamente.
Un detalle que denota la importancia que adquiere el vino en esta época es el hecho de que es entonces cuando comienzan a extenderse las “tabernas”, lugares donde el vino era la bebida más relevante.
El consejo divino de beber vino
Así, San Benito, monje fundador de los “Benedictinos”, expone en su “Regula Monasteriorum” (regla de los monasterios) datada en el año 540 que basta con beber una “Hemina” de vino al día. Teniendo en cuenta que una Hemina equivale a 18 litros, fácil es deducir las consecuencias de quienes aplicaran la regla a rajatabla, por mucho que el vino se tomase rebajado con agua, tal y como era costumbre entonces.
A pesar de esas reglas monásticas que autorizan el consumo desmedido de vino, consta que la mayoría de los monjes en realidad llevaban una vida monacal austera y penitente que les hacía autocensurarse en este sentido y no excederse en la cantidad de vino bebida.

Se conserva una “Regla monástica femenina” en el Monasterio de las santas Nunilo y Alodia en Nájera (La Rioja) en la que se autoriza a las monjas a beber diariamente la tercera parte de una Hemina, es decir, 6 litros. Esta discriminación hubiera sido hoy en día rechazada enérgicamente por la sociedad.
Los monjes conservadores del vino
Al ser los monasterios los principales precursores del vino en esa época, no podemos desdeñar la importancia que han tenido los monjes en la custodia y transmisión de los conocimientos sobre la citada bebida.
No es casualidad que fuera “Don Perignon”, un monje benedictino francés, de la abadía de Saint Pierre de Hautvillers, en la región de Champagne, quien en 1693 trabajando en la bodega de la abadía inventase el mítico “Champagne”.
Las órdenes religiosas que tuvieron un papel más relevante fueron las de San Benito, Cluny y los Cistercienses.

Si hay una iglesia hay un viñedo
El aumento del sentir cristiano en Europa hizo que proliferase la construcción de catedrales, iglesias y monasterios que en muchos casos llevaban aparejada la plantación de un viñedo en sus alrededores.
Hay indicios que apuntan que en numerosas ocasiones se edificaba en primer lugar el monasterio y su viña correspondiente y a partir de ahí se extendía la aldea. Muchos de estos edificios y viñedos se conservan en la actualidad. De hecho, se considera que más de una tercera parte de las localidades francesas tiene un origen monástico.
Tratados sobre la vid y el vino
Otro dato que demuestra la importancia de los monasterios medievales en la temática del vino es la gran cantidad de tratados y datos que se conservan en estos lugares.
Por ejemplo, en el Monasterio Emilianense de Yuso, en San Millán de la Cogolla, además de conservarse los primeros escritos en castellano, obra del monje Don Gonzalo de Berceo, también se conservan 18 tratados sobre la vid y el vino.

Así pues, podemos decir que el vino tal y como lo conocemos actualmente surge en la edad media, gracias al impulso de las órdenes religiosas que ayudaron a fomentar y expandir su consumo a todas las clases sociales. Crearon viñedos, algunos de los cuales se han convertido con el paso de los años en los más prestigiosos y valorados del mundo.
Los monasterios del S.XXI
Hoy en día la mayoría de los monasterios está en desuso y la importancia de la religión en la sociedad actual se ha difuminado. Sin embargo, recientemente, en la localidad francesa de Barroux en la Provenza-Alpes-Costa azul, se está creando una sociedad económica en la que participan tanto los monjes de la abadía de Barroux, como los pequeños viticultores de la zona para, trabajando juntos, tratar de crear grandes vinos, llamados “Vía Caritatis” y así tratar de conseguir que los campesinos puedan vivir de sus tierras evitando la despoblación.
Es un claro ejemplo de recuperación de la forma de trabajar de los benedictinos en la edad media. Así esperan que en unos años puedan presumir de un mayor desarrollo tanto económico como espiritual de la región.
¿Estaremos ante el resurgir de un nuevo modelo de hacer vinos en el que los monasterios vuelven a cobrar importancia por sus conocimientos? No lo sabemos, pero mientras tanto disfrutemos de los placeres que nos brinda saborear una buena copa de vino. Solo si eres mayor de edad para su consumo.
¡Salud!
